Tras unos solos de blues para calentar, los alumnos de Zacharias Vamvakousis, de 35 años, clavan el villancico Jingle Bells. A Josep se le van algunas notas, y el profesor, que acompaña con la guitarra, le habla de músico a músico: “Si estás cansado, descansa, pero cuando toques levanta la mirada. En el último concierto lo hiciste genial”. Lo que tocan Josep, Jordi y Sandra, que viven en una residencia asistida de la Asociación Catalana de Parálisis Cerebral, no es un instrumento, sino un software llamado EyeHarp desarrollado por Vamvakousis y que permite tocar música con la mirada a personas afectadas por tetraplejia y enfermedades degenerativas.
El investigador y músico ateniense afincado en Barcelona se marcó el objetivo de acercar la música a las personas con movilidad reducida cuando su mejor amigo, con el que tocaba folk griego, sufrió un accidente de tráfico y se quedó parapléjico. “Estábamos haciendo el servicio militar, que es obligatorio en mi país, y planeábamos un concierto que íbamos a dar dos días después del accidente”, recuerda. “Quiero utilizar la tecnología para dar accesibilidad a la creatividad. Es lo que nos hace felices”.
Durante la clase alterna “sol, la, mi, sol” con “amarillo, azul, verde”, puesto que lo que ven los alumnos en su ordenador es una rueda de colores. Cada uno se corresponde a una nota y la melodía se consigue al fijar la mirada en el color que toca en el momento adecuado, siguiendo las instrucciones y utilizando un head tracker, un aparato que se ha popularizado y abaratado gracias a los videojuegos.
El EyeHarp tiene ya sus propios virtuosos, como Alper Kaya, un guitarrista turco que ha podido volver a tocar después de que le diagnosticaran ELA, o Stelios Pissis, un chipriota que está completamente paralizado y tan solo se comunica a través de la mirada. En Barcelona, el alumno más aventajado de Vamvakousis es Joel Bueno, un chaval de 11 años que borda el himno del Barça.
El EyeHarp funciona como software libre y cualquiera puede descargarlo gratuitamente. Ahora su creador, que lo desarrolló como trabajo de final de máster en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, planea llevarlo a otro nivel. Ha terminado la beca con la que contaba de la Obra Social La Caixa y en breve caducará también su contrato de doctorado con la universidad, así que tiene previsto buscar fondos. “Podría apoyarme en inversores, pero me preocupa perder el aspecto social. Al final, quien pone dinero siempre va a querer que le devuelvan el doble. No aspiramos a hacernos ricos, solo a fundar una empresa que cubra los sueldos de tres o cuatro personas”. Su idea, por tanto, es lanzar un proyecto de micromecenazgo para crear un videojuego generalista que permita tocar música con la mirada. “Así el público potencial será mayor y los costes resultarán menores para aquellos que realmente necesitan esta tecnología”.
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