Es la historia de una superación; de la lucha por sobrevivir
en un mundo oscuro y silencioso. Una extraña fiebre dejó a Helen sorda y ciega
siendo todavía un bebé indefenso. Mientras todos esperaban su indefectible
muerte, el destino quiso que Helen viviera. Consiguió aprender a comunicarse,
gracias a otra gran mujer, su institutriz, Anne Sullivan, se licenció con
honores en la universidad, plasmó en varios libros su periplo vital y pasó toda
su existencia viajando para enseñarle al mundo cómo el ser humano se puede
superar. Helen Keller luchó también por los derechos de los más desfavorecidos,
por los disminuidos, por el sufragio femenino, por los trabajadores y por otras
muchas causas.
Helen Adams Keller nació el 27 de junio de 1880 en una
pequeña ciudad de Alabama llamada Tuscumbia. Era la mayor de las dos niñas de
Arthur H. Keller y Katherine Adams Keller. Tenía también dos hermanastros
mayores que ella. La familia de Helen vivía de las plantaciones de algodón y
del dinero que ganaba su padre como editor de un semanario local.
Helen nació totalmente sana. Era un bebé normal que
balbuceaba y evolucionaba como cualquier otro bebé. Pero en 1882, cuando aún no
había cumplido los dos años, contrajo una fiebre que los médicos identificaron
con una extraña fiebre cerebral y que muy posiblemente hubiera podido ser
escarlatina o meningitis. La fiebre pasó y en principio parecía que todo había
sido una enfermedad infantil sin importancia. Pero a los pocos días, la madre
de Helen se dio cuenta de que la niña no reaccionaba ante los sonidos ni
pestañeaba al ver pasar la mano de su madre por su cara. Con 18 meses de edad,
la pequeña Helen se quedaba ciega y sorda. Y a pesar de que nadie pensaba que
sobreviviría, aprendió a comunicarse con Martha, la hija de la cocinera de la
familia. Las dos niñas desarrollaron un lenguaje de señas con las que se
relacionaban entre sí.
A pesar de que la pequeña parecía seguir adelante, su madre
quiso que Helen recibiera una atención especial. Por eso se puso en contacto
con el doctor Julian Chisolm quien a su vez les ayudó a conocer a Alexander
Graham Bell, quien por aquel tiempo trabajaba como profesor con niños sordos.
Bell aconsejó a la familia de Helen que ingresara en el Instituto para Ciegos
del Sur de Boston. Allí le fue asignada una institutriz e instructora. Se
llamaba Anne Sullivan y también tenía deficiencias visuales. Aquella jovencita
de 20 años se convertiría en la compañera incansable de Helen durante casi 50 años.
Anne Sullivan se instaló con los Keller en marzo de 1887.
Como regalo de bienvenida traía para la pequeña Helen una muñeca. Anne empezó a
enseñarle a deletrear los nombres de los objetos con su propia mano empezando
por aquella muñeca y sus letras (doll en inglés). Los primeros momentos fueron
muy duros porque Helen no conseguía entender a su profesora pero con el tiempo
consiguió identificar cada objeto por su propio nombre.
Así, con duro trabajo, desesperación y constancia, Anne
Sullivan consiguió que Helen aprendiera a comunicarse. Helen aprendió a
escribir gracias a un sencillo tablero acanalado y posteriormente con el
sistema Braile. También llegó a hablar mediante la identificación de las
vibraciones de su garganta.
En mayo de 1888 Helen asistió al Instituto para ciegos
Perkings y años después, en 1894 ingresó en la Escuela para ciegos
Wright-Humason de Nueva York. Tras asistir a otros centros educativos como la
Escuela de Cambridge para Señoritas en 1896, llegó a la Universidad de
Radcliffe en 1900. Se convertía así en la primera persona sorda y ciega en
conseguir alcanzar unos estudios universitarios. Su esfuerzo y la incansable
ayuda de Anne dieron sus frutos y el 28 de junio de 1904 Helen se graduaba cum
laude en sus estudios de arte.
Durante los largos y duros años de estudio Helen había
estado escribiendo sobre su vida. Quería que el mundo supiera de su superación.
Y así, sorda y ciega, no sólo plasmó sobre papel su vida sino que se dispuso a
explicarla en público al mundo entero. El mismo año de su graduación lo hacía
por primera vez en San Luis.
Helen y Anne pasaron los siguientes años con una maleta en
la mano. Viajaron por todo el mundo dando conferencias sobre su ejemplarizante
experiencia con la intención de explicar al mundo que era necesario mejorar las
condiciones de vida de las personas disminuidas como ella. Para ese fin recaudó
fondos que ayudaran a su causa. Pero Helen tuvo también tiempo para convertirse
en una activista de los derechos de otros colectivos desfavorecidos y apoyó a las
sufragistas.
En octubre de 1961 Helen sufrió un derrame cerebral. No
sería el único, lo que le impidió seguir con su intensa vida pública. Desde
entonces, y hasta su muerte, pasó buena parte del tiempo descansando en su
hogar en Arcan Ridge, Connecticut.
El 1 junio de 1968 la muerte le llegó estando dormida. Atrás quedaba una larga vida de lucha por la supervivencia en un mundo de sombras y silencios. Múltiples reconocimientos públicos y una extensa obra, 12 libros publicados y muchos otros artículos, mayoritariamente autobiográficos, quedaban como testimonio de su vida.
Referencia: Foto de Wikipedia
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