El Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad (TDAH) es una condición neurológica que afecta a
entre el 2,5% y el 4% de la población adulta mundial, según estudios recientes
(León, 2016). Aunque comúnmente se asocia con la infancia, cada vez más adultos
están siendo diagnosticados con TDAH, lo que evidencia que esta condición
persiste a lo largo de la vida. Aunque no se puede "curar", sí es
posible manejarla eficazmente con estrategias adecuadas.
El TDAH se caracteriza por
alteraciones en la estructura cerebral y en la neurotransmisión, es decir, en
la forma en que se comunican los mensajes y se activan diferentes áreas del
cerebro. Se considera que el TDAH resulta de una compleja interacción entre
factores genéticos y ambientales, siendo una condición altamente hereditaria.
Los síntomas principales incluyen inatención, impulsividad e hiperactividad,
manifestándose en diversos grados según la persona. Si bien estas
características pueden presentar retos en el entorno laboral, también aportan
cualidades valiosas cuando se gestionan adecuadamente.
Contratar a personas con TDAH
puede ser una decisión estratégica para las empresas que buscan innovación,
dinamismo y adaptabilidad en sus equipos.
Sin embargo, es fundamental
reconocer que las personas con TDAH también pueden enfrentar dificultades
específicas en el trabajo. Estas dificultades suelen centrarse en la
planificación a largo plazo, la organización y la gestión del tiempo. Trabajos
que requieren atención constante a tareas monótonas o que dependen de plazos
inflexibles pueden ser especialmente desafiantes para ellas.
La discriminación contra personas
con TDAH se manifiesta de diversas formas en el entorno laboral, desde la
estigmatización y los prejuicios hasta la falta de adaptaciones razonables. A
pesar de las leyes que protegen a las personas con discapacidades, muchas
empresas no proporcionan las adaptaciones necesarias para que las personas con
TDAH puedan desempeñarse eficazmente. Algunas formas de discriminación
incluyen:
La discriminación en el lugar de
trabajo tiene graves consecuencias tanto para los empleados con TDAH como para
las empresas que perpetúan estas prácticas. Los empleados afectados pueden
sufrir estrés, ansiedad, reducción de la productividad, aislamiento y baja
moral, lo que a su vez afecta la satisfacción laboral y el compromiso con la
empresa.
Para las empresas, la
discriminación puede resultar en la pérdida de talento, costos legales y una
cultura organizacional tóxica que afecta la moral y el rendimiento de todo el
equipo.
Adoptar prácticas inclusivas y
proporcionar el apoyo necesario no solo es un imperativo ético, sino también
una ventaja competitiva en el entorno empresarial moderno. Al contratar a
personas con TDAH y proporcionarles un entorno adecuado, las empresas pueden
aprovechar las fortalezas únicas que estos individuos aportan a sus equipos,
promoviendo así la diversidad, la inclusión y el éxito organizacional.
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